21.9.06


Amo mi cuerpo cuando está con tu cuerpo

Amo mi cuerpo cuando está con
tu cuerpo, es un cuerpo tan nuevo
de superiores músculos y estremecidos nervios.
Amo tu cuerpo, amo sus actos,
amo sus preguntas, amo palpar las vértebras
de tu cuerpo y tus huesos y la estremecida
firme suavidad a la que quiero
una y otra vez
besar, amo este beso, esto y aquello de ti,
quiero frotar suavemente el sacudido vello
de tu eléctrica piel, y lo que sea acabe
en dividida carne... y los grandes ojos, trozos de amor,
y tal vez la estremecida emoción
tan siempre renovada de estar sobre ti.

e. e. cummings

2.9.06

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Brrrrrrrrrrrruma. Y tambores en el fondo, ondeando contra el horizonte, coloridos tambores colorados. Nada más. Eso y el temblor en el aliento, la sapiencia taladrando los ojos que se encienden, que surcan espacios para nada más perderse. Y pensar que no es más que aire, nada. Un espejismo en sí mismo, un esbozo, un bosquejo de tierra, pulpa del aire, alma de humo, polvo, nada. Una pelusa pegada contra el techo de la garganta que provoca arcadas, arcadas repentinas, lúcidas, casuales para las que no hay nada que hacer. Pelusa que ataca también en el rabillo del ojo pillo y ahí se queda cegando y nada, no hay nada que decir, no hay nada que hacer. Nada hay que decir ahora tampoco, nada que hacer tampoco, porque no es más que nada.
Aunque tal vez sí algo sea. En las puntitas de los dedos el aire quema y parece sentimiento, y sus ojos no quieren ver, lo que su garganta no puede espantar con palabras se acerca, destroza los espacios y se vuelve PRESENTE en su presente. Los tambores que taladran el horizonte aceleran su batir pero nada, eso la Presencia es PRESENTE y no puede negarse, no puede decirse "es nada": es algo. Es algo que estaba, que se quiso espantar, que se quiso negar, que se quiso olvidar. Y ni espanto ni negación ni olvido alcanzaron. Eso la Presencia pesa en su presente con un peso demasiado pesado, eso la Presencia presiona tanto que no hay pensamientos ya, que no hay lamentos ya, que todo se vuelve justamente oscuro, justamente perdido, presente perdido por eso la Presencia que justamente presiona todo, que juntamente todo junta, que todo lo vuelve justamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Pero es más que nada. Él es más que nada. A su lado es más que nada, a su lado está en tierra. Los tambores ondean en el horizonte, el corazón late tan fuerte que hasta eso la Presencia puede oirlo. Ella puede oírlo. El silbido sibila en los oídos, susurra en los rostros, los ensombrece, los envuelve en sombras, los vuelve nada silenciosa. Pero él es más que nada, en el silbido, en el viento susurrante él es más que nada, es más que sombras que en la selva se pierden. Pero eso la merece, como la tierra eso la Presencia se merece. Y entierra valores en tierra, mensajes, códigos entrevistos en el rabillo del ojo pillo que no olvida ni amengua las arcadas en la garganta de pelusa atorada: merece la tierra quien la trabaja.
Por eso encontrar la palabra no es imposible. Encontrar la Palabra sí. Ante eso la Presencia la Palabra es pelusa, la mirada es pelusa, el arco iris en el iris es el mensaje que surca mar y oculta horizonte de tambores batientes, ondeantes, combatientes. Colorados tambores combatientes, coloridos tambores oxidados, olvidados. Por eso encontrar la palabra no es imposible. Sacarla a luz, librarla de la roca que la hunde en lo nuestro lo es. Pero la Palabra en sí no es imposible.