27.7.06

http://www.zademack.com/html/00index.htm
En la ciudad la tierra está muerta. Bajo las casas perdió la vida. Por eso en los viveros las plantas vienen con la suya. Por eso en los supermercados se vende embolsada.
En la ciudad está muerta, Belén lo sabe. Durante años luchó para que no más un brote en su jardín surgiera. No usó tierra embolsada ni fertilizantes, confiaba en su jardín. En ese luchar la tierra se le metió bajo las uñas, entre los párpados, en los oídos y bajo la lengua. Ella se fue llenando de tierra en la lucha. Y la tierra, que estaba muerta, en Belén volvió a vivir, fue fértil. Por lo que pronto además de remover la tierra de su jardín, Belén removió la que había en su cuerpo. Y fue en un surco suyo que tuvo albergue la semilla que fui.
Así fue como nací. O, por lo menos, así fue como Belén me lo contó de chico mientras removíamos tierra. Ella decía que yo había sido lo primero en florecer de ese jardín que ahora está lleno, y que por eso soy Adán. Por eso, aunque mi nombre no me guste, aunque más de una vez halla sido objeto de burlas gracias a él, he aprendido a quererlo, porque en él ella cifró el fruto de su cariño por la tierra.
Belén que ya no cuenta historias. Ella se está secando en esta cama y nada puedo hacer. Por no verla me miro las manos tratando de recordar sus palabras. Despacio aparecen, mientras me las repito las examino porque ellas no eran porque sí, como las semillas tenían un secreto dentro, secreto que al enterrarse en quien las oía florecía revelándose. Y ese revelarse ocurría sin que los que las escuchaban se dieran cuenta: de pronto un día cualquiera luego de haber escuchado sus palabras, se recordaban y en la sonrisa que brotaba estaba el secreto, aunque las más de las veces no había sonrisas: el secreto echaba raíces y era como si siempre hubiera estado ahí.
"¿Cuál es el secreto?", le pregunto al oído. Tiene las sienes rapadas y hay como una morsa que en ellas muerde. De la morsa cuelga una pesa que la obliga a estarse quieta. No sé si me escucha: desde que llegó no ha abierto los ojos. Pero los doctores dicen que se va a recuperar, y yo les creo.
Acá el tiempo es otro: en las ventanas las cortinas siempre están cerradas y no me animo a asomarme para saber qué hora es: las horas se me anuncian con el movimiento de las enfermeras. Todo parece un mal sueño.
Y como si de un sueño se tratase, bastó con recordar sus palabras para que de a poco me fuera poblando. En mí brotan seres y objetos que, ni bien asoman a la habitación, gritan exigiendo abandonarme y anclar en tierra. En conjuro para disipar estos fantasmas, los tomo y los ato a mi voz. Parecen contentarse en ese suelo, cada vez es más lo que vuelve tan absolutamente calcado sobre lo que digo que voy tocándolo, me pierdo en esos lugares. Creo que con esas magias voy conjurando la muerte que echar quiere raíces en Belén, me parece ver con el rabillo del ojo como se dibuja en boceto con trazos delicadísimos y difusos una sonrisa en su rostro. Y me digo "tal vez éste sea el secreto".
Entonces me adentro en mí, y rebusco sus palabras para repetirlas.

4 comentarios:

principio de incertidumbre dijo...

a mí me encantó, amorcis.

Me acordé de las primeras veces que me contaste esto y que yo pateé piedritas y que saqué una de un volquete. Porque era grande.


Creo que era Rebeca, en Cien años de soledad, que se comía tierra del patio y la cal de las paredes. ¿tendría el secreto??? A mí las historias de gente hecha por barro siempre me intrigraron por un poema que leí (y aún tengo) en sexto o séptimo grado y que tuvimos que desmenuzar verso por verso.


Mis tortas de barro no eran feas. Pero luego había que bañarse.


¡queremos más gente de barro!!!


P.D. te amo, :)

Anónimo dijo...

Ayyyy que hermoso!!
me encantó!

zombre dijo...

HA SIDO MUY BELLO

SALUDOS

Anónimo dijo...

This is very interesting site... rhinoplasty patent Who cancer pain relief programme Coursecom email link marketing Jumbo slot machine