6.9.05

robando post

esto aparece en Bestiaria, pero me parecio tan oportuno con este momento de mi vida que lo coloco aquí: Creo que fue Roberto Arlt quien contó que su padre solía castigarlo de una forma terrible: Le avisaba que lo golpearía recién al otro día por la mañana y lo mandaba a dormir, lo que implicaba un doble castigo, porque prolongaba de forma anticipada la golpiza, transformando la vigilia en un oscuro pasillo hacia el desastre.Sin intención de exagerar, cada vez que tengo que ir al gimnasio por la noche, me acecha la misma sensación: una oscuridad inminente que ahoga la tarde, una flash forward del infierno.Yo odio el gimnasio, así tenga que ir toda la vida. Odio el gimnasio porque pone en evidencia mi torpeza, mi coordinación deficiente, mis ganas de atorarme con masitas y ver televisión, mis brazos débiles, mi voluntad quebradiza. Odio el gimnasio porque me siento fuera de lugar, porque parezco una anciana perdida en un shopping, un turista oriental, una marioneta.Sin embargo, si tuviese que situarme en la pirámide, probablemente estaría entre la gordita chanta y la pinocha, justo debajo de la que fue a inscribirse al gimnasio y jamás volvió: la gorda caradura.La gordita chanta es la que repta por el salón de musculación con la clara intención de hacer el mínimo esfuerzo posible. De hecho, cuando toma una clase es esa que apenas levanta las manos, salta lentamente, agarra las mancuernas livianas o se toca la panza con expresión de dolor. Su atuendo se parece más al de una adolescente presta a holgazanear que al de una atleta: Se arrastra con un jogging enorme y oscuro, buzo holgado de mangas muy largas y el cabello depresivamente revuelto.La pinocha –o “vieja tenaz”- es una matrona dando sus primeros pasos lejos de las facturas de manteca. Su entusiasmo es descomunal y exagera los movimientos de tal manera que parece poseída. Suele inscribirse en clases de baile o aero-latino porque “siempre le gustó bailar” pero es tan tosca que podrían reconocerla como paralítica honoraria.En cuanto a la ropa, le gusta usar un pantalón “bolsudo” de tiro alto, zapatillas de astronauta y tiene algunos detalles de vieja: Se pone un buzo en los hombros y se maquilla para ir.Las efímeras siempre van de a dos y tienen menos de veinticinco años. El gimnasio es otro de sus hábitos primaverales, junto con el de broncearse en la membrana, hacer dietas de líquidos o súbitas excursiones por el vegetarianismo. Como siempre les gusta algún profesor –inexplicablemente les atraen los músculos- intentan ir en calzas y remera ajustada, pero desaparecen cuando se inicia la época de helados.La turrita va al gimnasio a que la miren, a provocar, a deslizarse transpirada por los aparatos, a juntar los labios carnosos, a gemir. La turrita suele estar en forma, pero más seduce por turra que por bonita. Es la fantasía de los adolescentes y oficinistas perdedores, del gordito casado, del cincuentón pirata, del profesor de boxeo, pero es la pesadilla de las mujeres y la enemiga de la ilusa.La ilusa no va a hacer gimnasia, va a conocer gente. Es casi siempre una soltera de treinta y tantos años, tonificada, bronceada y con el cabello aclarado. Vive sola en Belgrano y trabaja en una empresa a pesar de que su familia siempre tuvo dinero. Aunque tuvo muchos novios, siempre resultan ser el mismo hombre: el equivocado. Siempre luce impecable: calzas y remera sexy y millonaria Nike Woman.La atletoide es la gimnasta que nunca será, es la promesa esquinzada, la carrera fallida. A diferencia de las anteriores, va al gimnasio a brillar: Es la única que asiste todos los días, que entrena en serio, que suda, que sabe qué músculo está trabajando. Elige ropa estrictamente funcional y de marcas reconocidas, pero masculina. También usa cronómetro, cantimplora, antiparras, muñequeras y un bolso bien grande. Es la única que sabe donde está el vestuario, que tiene locker o que usa todas las máquinas en su rutina.Y después están las que son como yo, que no encajan en ninguna parte, que viven a dieta, que envidian a la última porque come lo que quiere, que van al gimnasio a sufrir. Las que viven esa angustia recurrente, todos los martes y jueves, a la hora señalada.
posted by Bestiaria at 01:58

3 comentarios:

Maljardin dijo...

Si, a Erdosain le hacían eso. Nadie busca complicidad ni guiños de ojos, pero juro por Dalma y Yanina que te entiendo. La fauna de los gimnasios es digna de los salones de Proust, las minas, los tipos, los espejos, el baho, los sonidos, la propaganda de champú, los skinheads, Chiche, Cristina, los avisos de tetas siliconadas que venden aspirina, los vendedores ignorantes de las librerías, los...
Perdón. Me fuí de mambo.
Tuve un día nefasto.

Selfish Fish dijo...

Es triste el gym.
Yo voy y pieeenso y pieeenso en la bici
me cuelgo bastante
ja

es muy graciso ese post

Pillow_of_Winds dijo...

Los gimnasios sos un muestrario. Ves de todo. Y después, abandonás para no volver más...