29.8.05

Mi sobrino jugando con tierra

Mirá, ese jugando con tierra es mi sobrino,
que no sabe de nosotros espiándolo.
Está tranquilo con la boca embarrada y la mirada
de quien presencia un milagro.
Sus padres lo han dejado a mi cuidado,
debería hacer lo que ellos,
mas comer tierra es un placer
y hace tanto que no siento rechinar dulce mis dientes.
En casa de mi tía también yo la comía
y su mejor gusto fue cuando el grano de maíz
la acompañó. En ese entonces creí
que al encontrarse en mi vientre germinaría,
y esa gran travesura me emocionó.
Pero desperté con el temor de lo que en mí crecía
amenazante: el simple brote de maíz sabía entonces
destruir mi piel y darme muerte. Ahora me río de eso
aún cuando sé que fuimos hechos de barro
y más de una cosa puede florecer en nuestro pecho.
Pero mi sobrino todavía no fue educado
¡quién sabe que aventuras tendrá la tierra para él!

22.8.05

morir

Una vez dije
y hoy lo repito:
"quiero morir como Nietzche
loco y abrazado a un caballo
o como Estomba
en un hospicio reclamando otro nombre
pero jamás como mi abuela
a los ochenta y tantos
podrida y atada a la cama
sin saber de si más que su pasado
reteniendo en los números que sus dedos nombraban
el oficio de su pasado
la ceniza del carácter que ella supo ser".

18.8.05

algo sobre mi humor

a mi tambien se me ocurren chistes, aunque no sean demasiado buenos
este es de mi cosecha (y juro que yo me rio mucho cuando lo cuento!)

si la milanesa es de milán
y la hamburguesa de hamburgo
¿la bayonesa es bahiense?

(nota: cuando se dice bayonesa tratese de decir mayonesa, pero forzar la eme labialmente)

se aceptan insultos

nubes

Digo siempre menos de lo que quiero decir, de lo que debiera decir, de modo que la gente se sorprende cuando digo algo apenas cercano a lo que hubiera querido decir, de modo que se crean nubes con lo poco que digo, nubes que distan enormidad con lo que soy, pero que los otros signan con mi nombre. Y qué se puede hacer si más allá de lo que cada uno puede conocer dentro de sí, el mundo es ancho y ajeno, ancho en toda su vastedad, y ajeno en tanto a su enajenación, su extrañeza, su virtud de no pertenencernos nunca, de no correspondernos jamás.
Las nubes me envuelven, nadie puede verme.

17.8.05

Nocturno

Vuelvo cansado
caminando por los mismos lugares
bajo las mismas lámparas de mercurio
en la noche repetida.
Mientras como girasoles
miro pasar los autos
y tarareo canciones
para ahuyentar los espacios
que me llaman
que me convocan
y a los que ya no puedo ir.
En la muchedumbre de la parada de ómnibus
aparece el rostro de una mujer
que me recuerda a quien una vez quise
con dolor.
Meto mis manos en los bolsillos
y solamente encuentro
la mugre hilacha.
No, nadie debe estar en mi pensando.
Una vez vi una película
en la que decían
que nadie muere
mientras se lo recuerde.

15.8.05

visita

Aquí estoy. Hace frío. Soñé
contigo anoche, reías cuando
bajo el sol caminábamos. Desperté
sonriendo. Después la alegría se me fue
como se desvanecen los días. Mientras lavaba
mis dientes traté de ocupar mis horas, para
no verte.

Aquí estoy. A través de este vidrio te veo
como en una mala película. Tu vida
depende de máquinas, aparatos y relojes.
¿En verdad sos vos
quien está tendida ahí, rígida, pálida,
desnuda bajo la sábana verde?
Quienes te quieren se
preocupan y lloran. No se trata de eso
ni de la oración que de mis labios no sale.
Nada puedo hacer y me odio.

Aquí estoy. Afuera llueve. Envidio
la facilidad de quienes te hablan. Mis
palabras no salen porque
no pueden devolver lo que has perdido.
Te rodearon de cartas, estampitas, muñecos,
flores, deseos. Yo también quisiera darte
una flor. No muerta; una flor viva que te dé vida con
su aroma. Quisiera esa flor y el gorjeo
de gorriones llegándonos
de entre las ramas de eucaliptos
allá en el campo. Entonces tomaría tu mano
que huiría coqueta para dejar en la mía
el gusto cálido. Pero no.
Con pena te acaricio apenas el brazo, como
haciéndote cosquillas, y no reís.

carta - cuento

El sobre sobre la mesa nada más tenía tres palabras en su lomo con letra chica, apurada. Eso era su nombre. Nada más. Ni estaba su dirección ni el nombre del remitente, ni había estampillas o un sello postal. Nada. Sólo el sobre sobre la mesa como al descuido, para que él ahora lo descubriese y se sorprendiera. Lo agarró y se quedó mirándolo. No quería creer lo que ya venía entendiendo: esa letra le era conocida... pero no, no podía ser. Rompió el sobre en un costado y desplegó el papel que anidaba en su interior. La letra era la misma que la que se había utilizado para su nombre en la cara del sobre, pero ahí dentro estaba desprolija, hasta si había palabras tachadas, como si la letra destinada a quedarse por fuera del sobre hubiera sido tratada con esmero por ser pública mientras que en la escondida su remitente se había preocupado más en lo que quería decir que en el pura imagen estética de las palabras. Si claros se notaban los restos de esa lucha en el remitente por encontrar las palabras justas, adecuadas al sentimiento que quería transmitir. Sentimiento que, como las palabras que trataban encerrarlo, tampoco era claro. La lectura confirmaba lo que se adivinaba en la grafía: había largos párrafos que con entusiasmo intentaban decir algo, pero ese algo todo el tiempo era callado, de modo que al concluir la lectura uno se encontraba sin más información que al comenzarla, lo único que se alcanzaba a comprender era esa necesidad de decir. El silencio era quien mandaba, bien se notaba que las palabras aventureras que habían querido decir más de lo permitido habían sido muertas por tachones violentos, que nada habían dejado de ellas más que el rastro oscuro de su ausencia. Y el silencio acusaba el hecho que la esperanza del remitente estaba puesta en que él entendería, en que no era necesario decir más, en que de las pistas mínimas dejadas a lo largo de la carta él adivinaría lo no-dicho, y actuaría en consecuencia.
Toda esta primer lectura la había hecho caminando por el cuarto, como contagiado por el nerviosismo que el remitente había tenido al escribir la carta. Una vez terminada la lectura como golpeado se dejó caer en una silla. Al sentarse aflojó los brazos y la carta se le escapó de los dedos. Era larga, cuatro hojas de letra pequeña y anudada.
Cerró los ojos. Una oscuridad espesa lo fue rodeando, cubriendo, aplastando. Duras presencias nacían de esa oscuridad, y lo mordían, y se le metían bajo la piel, y lo desangraban. Los ojos comenzaron a arderle y llevó sus manos hasta ellos, para frotarlos. Y se dio cuenta que estaba llorando...
Entonces volvió a abrir los ojos. Tratando de calmarse fue acomodando su respiración. Luego tomó la carta de nuevo.
Ahora las manos no querían tener la carta por lo que debía obligarlas a sostenerla. Y mientras las obligaba trataba de releer lo escrito, con el deseo de haberse equivocado en su interpretación en la primer lectura. Más eso era imposible. Las palabras que leía eran las mismas que había leído y a su entendimiento repetían lo que ya había entendido. Encima las manos no querían quedarse quietas, y comenzaban a dolerle con un dolor profundo, punzante, ahí en la yema de los dedos, donde sostenía la carta. Por este dolor la carta se agitaba, y las palabras, aprovechándose, habían comenzado a bailar en la hoja. Y los ojos ya no podían ver qué era lo que se decía en la hoja, el papel agitado se iba volviendo nada, se iba volviendo nube. Y el dolor en los dedos aumentaba, y era un dolor fortísimo, como si estuviera tomando entre los dedos una plancha de acero caliente al rojo. Cuando descubrió esto -que el papel le estaba quemando las manos- trató de soltarlo, pero ya era tarde, la carne chamuscada se había pegado al papel. El olor de carne asada iba inundando el cuarto. Nuevas lágrimas se evaporaron en su rostro. Y el fuego en las manos se fue haciendo cada vez mayor, tomando el resto del cuerpo. Sentado en la silla se consumió en llama viva.

11.8.05

LA OVEJA NEGRA de Italo Calvino

(del Libro "La gran bonanza de las antillas")

Erase un país donde todos eran ladrones. Por la noche cada uno de los habitantes salía con una ganzúa y una linterna sorda, para ir a saquear la casa de un vecino. Al regresar, al alba, cargado, encontraba su casa desvalijada.

Y todos vivían en concordia y sin daño, porque uno robaba al otro y éste a otro y así sucesivamente, hasta llegar al último que robaba al primero. En aquel país el comercio sólo se practicaba en forma de embrollo, tanto por parte del que vendía como del que compraba. El gobierno era una asociación creada en perjuicio de los súbditos, y por su lado los súbditos sólo pensaban en defraudar al gobierno. La vida transcurría sin tropiezos, y no había ni ricos ni pobres.

Pero he aquí que, no se sabe cómo, apareció en el país un hombre honrado. Por la noche, en lugar de salir con la bolsa y la linterna, se quedaba en casa fumando y leyendo novelas.

Llegaban los ladrones, veían la luz encendida y no subían.

Esto duró un tiempo; después hubo que darle a entender que si él quería vivir sin hacer nada, no era una buena razón para no dejar hacer a los demás. Cada noche que pasaba en casa era una familia que no comía al día siguiente.

Frente a estas razones el hombre honrado no podía oponerse. También él empezó a salir por la noche para regresar al alba, pero no iba a robar. Era honrado, no había nada que hacer. Iba hasta el puente y se quedaba mirando pasar el agua. Volvía a casa y la encontraba saqueada.

En menos de una semana el hombre honrado se encontró sin un céntimo, sin tener qué comer, con la casa vacía. Pero hasta ahí no había nada que decir, porque era culpa suya; lo malo era que de ese modo suyo de proceder nacía un gran desorden porque él se dejaba robar todo y entre tanto no robar a nadie; de modo que había siempre alguien que al regresar al alba encontraba su casa intacta: la casa que él hubiera debido desvalijar. El hecho es que al cabo de un tiempo los que no eran robados llegaron a ser más ricos que los otros y no quisieron seguir robando. Y por otro lado, los que iban a robar a la casa del hombre honrado la encontraban siempre vacía, de modo que se volvían pobres.

Entre tanto los que se habían vuelto ricos se acostumbraron a ir también al puente por la noche, a ver correr el agua. Esto aumentó la confusión, porque hubo muchos otros que se hicieron ricos y muchos otros que se volvieron pobres.

Pero los ricos vieron que yendo de noche al puente, al cabo de un tiempo se volverían pobres. Y pensaron: "Paguemos a los pobres para que vayan a robar por nuestra cuenta ". Se firmaron contratos, se establecieron los salarios, los porcentajes: naturalmente siempre eran ladrones y trataban de engañarse unos a otros. Pero como suele suceder, los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

Había ricos tan ricos que ya no tenían necesidad de robar o de hacer robar para seguir siendo ricos. Pero si dejaban de robar se volvían pobres porque los pobres les robaban. Entonces pagaron a los más pobres de los pobres para defender de los otros pobres sus propias casas, y así fue como instituyeron la policía y construyeron las cárceles.

De esa manera, pocos años después del advenimiento del hombre honrado, ya no se hablaba de robar o de ser robados sino sólo de ricos o de pobres; y sin embargo todos seguían siendo ladrones.

Honrado sólo había aquel fulano, y no tardó en morirse de hambre.

9.8.05

sobre cadenas y Jedi...

hace tiempo principiodeincertidumbre posteo esto, que ha su vez Maximus había posteado primero:

Ahora yo también voy por el mundo como Obi-Wan Kenobi. Por eso me he suscripto al curso Jedi de Casas... aunque después de leer esto, ya no sé qué pensar:


La peligrosidad del Jedi (1.4.05)
Los jedis son respetados y temidos.Por eso es de buen tino mantener la discreción en la vida diaria.No se debe mostrar mas que lo estrictamente necesario, y solo cuando la circunstancia lo requiera.Para cualquier humanoide, la peligrosidad de Jedi se explica fàcilmente: Un jedi sabe combatir y posee una formidable herramienta de negociación: el sable.Pero hay cierta clase de gente que además de temer a los jedis, los odia.Un jedi puede practicar futbol, integrar una orquesta y aún trabajar con esta gente especial.Por un tiempo.Tarde o temprano se ganará su antipatía y finalmente será expulsado de la orquesta, echado del trabajo o desterrado de la comunidad.La clase de gente que tanto teme y odia al jedi es aquella acostumbrada a manipular a los demás. Los humanoides en general y el ser humano en particular vienen dotados de manija.Este es un accesorio que permite manipular a la persona, como si se tratara de una marioneta.La manija de la gente es simbólica: para manipular a un empleado, por ejemplo se utiliza la manija de la ambición.Cuanta más ambiciones materiales tiene una persona, más grande es su manija.En un mundo repleto de personas ambiciosas, los que tienen más poder manipulan a los que tienen menos.“¡Pero un jedi no tiene tanto poder... debería ser fácilmente manipulable!” se dice un empresario poderoso. Y entonces sale en busca del Jedi que trabaja en el archivo de su empresa, dispuesto a demostrarle realmente quién manda.Es allí cuando descubre aterrado, la verdadera peligrosidad del Jedi:Un Jedi carece de manija.La monstruosa amputación en la espalda del empleado, además de una abominación, sugiere en los poderosos pensamientos perversos, tentaciones pecaminosas que ni siquiera se atreven a pensar del todo. Es entonces cuando palpan nerviosos en su espalda, se tocan la propia manija y enfurecen de odio contra el insolente jedi.Poco tiempo pasará antes que el empresario se deshaga del archivero manco. Y el Jedi se irá contento por la ciudad, en busca de nuevos archivos.

7.8.05

Artaud y los diez Artauds - cuento

Artaud y los diez Artauds se sientan en once sillones al mismo tiempo en once ciudades distintas. Ni Artaud ni ningún otro de los Artauds conoce ésta particularidad en sus vidas. Todos y cada uno están convencidos de que son únicos, una pieza imprescindible en el diseño del universo. Pero son once figuras idénticas desplazándose al unísono y soñando los mismos sueños. Claro que Artaud y cada uno de los otros Artauds tiene una particularidad que los distingue; por ejemplo al Artaud inicial le gusta coleccionar sobrecitos de papel glacé, y al Artaud residente a treinta kilómetros al noroeste del primero comer tortilla los viernes. Y no es que cada Artaud tenga un resquicio en la armonía con los demás: todos los Artauds coleccionan sobrecitos de papel glasé y comen tortilla los viernes, pero solamente a uno le gusta. Cada uno tiene una explicación diferente para la descripción del motivo de sus actos pero, en el supuesto de que alguna persona llegara a conocer el caso particular de Artaud y los otros Artauds y supiera sus domicilios y se tomara el tiempo de visitarlos casa por casa, los once dirían las mismas palabras para explicar el porqué de sus actos. Claro que aquí usted dirá, estimado lector: de existir persona que conozca el caso de los Artauds, ésta de ninguna forma podrá estar en los once domicilios al mismo tiempo, por lo que, de ser verdadera la anécdota de los Artauds, al encontrarse el supuesto encuestador en el domicilio del primer Artaud formulando su pregunta, los diez Artauds restantes deberían estar contestando la misma pregunta a otros diez encuestadores al mismo tiempo. Y esta es la particularidad de los Artauds, lograr que el mundo se repita once veces en once lugares diferentes al mismo tiempo.

6.8.05

antes de ver la pelicula, por las dudas


como tengo la esperanza de que "charlie y la fabrica de chocolates" no me dececpione como "el planeta de los simios" y "batman" (para mí batman es adam west) hago este comentario, porque quiero poder decir que esta pelicula de Burton me gustó, que está a la altura de "el gran pez", "el joven manos de tijeras " y "la gran aventura de Pee-Wee". de cualquier manera para mí Willie Wonka siempre será Gene Wilder (y pido a perdón a los fanáticos de Jhonny Deep)

OLIMPO empató!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Volvió el fútbol y Central no pudo con Olimpo: igualaron 1 a 1. Los goles llegaron por medio de Andrés Díaz, para el local, a los 10 minutos del segundo tiempo, mientras que igualó Ezequiel Maggiolo, a los 30, tras un error del arquero Marcelo Ojeda. Se vio poco fútbol pero Olimpo pudo irse contento debido a que jugó mal pero sumó puntos. Recién arranca el torneo pero sumar siempre es bueno para un equipo que lucha por engrosar su promedio desde la primera hora.