
Se despide de su sombra con las manos temblando. Camina con miedo entre las calles: un aleteo confuso, interior, hace nido en su boca. Está a la deriva, las esperanzas se deshacen en su mano, siente perderse su nombre en las glorias del olvido. Es un huracán su alma, una revolución compleja. Mientras más se acerca a su destino, más su corazón le florece en piel. Los brazos se le abren en recepción. Se llega a su meta y se detiene en el umbral. El dolor se desata, él cae enterrando los dedos entre el polvo y las hojas. Luego se serena y se interna en la bruma del hogar. Ya en el regreso la mesa lo reconoce y salta derramando los vasos.