La injusticiaPienso en la injusticia del mundo y pienso en Pessoa cuando dice “Solo esta libertad nos conceden los dioses: someternos a su dominio por propia voluntad”.
La injusticia es uno de los temas que menos apologías cuentan a su favor, en cambio para su polo opuesto, para su gemelo, la justicia, el lirismo del hombre ha hecho de él ideal del ser humano, el justo medio de Aristóteles por ejemplo, la bofetada en la otra mejilla en los evangelios, luego el ideal de los santos en la edad media, la ciencia y la tecnología, el marxismo con su “a cada quien de acuerdo a su necesidad”, el welfare state, y tantas otras ideas que se me escapan y muchas que no conozco.
Pero en cada idea esta la premisa de la justicia, del ser equitativos en la repartición de los bienes (ya sean materiales, espirituales o morales), en una necia búsqueda del equilibrio a base del estatismo.
Pero lo cierto es diferente, en la búsqueda de este equilibrio, en el nombre de la justicia se han provocado los más grandes desastres, las más grandes matanzas, los más horribles episodios en la historia humana. La búsqueda de la justicia como arquetipo de la organización social ha dado como resultado una sociedad decadente, falaz, en donde los valores simplemente son mascaras de sus opuestos, los cuales en aras de emerger al sol del mundo han obtenido poder de su rechazo y se han desatado en formas tan viles y cruentas que no podemos imaginar aun las consecuencias de esta exaltación de lo ideal.
Y es que por un lado la justicia nunca podría existir, y por el otro si existiera de verdad ya el universo hubiera perecido por la falta de estabilidad en cualquier sistema. La verdadera forma del mundo, su única faz es de por si la de la injusticia.
La injusticia implica falta de concordancia, ambigüedad, caos absoluto, desintegración e integración, vida y muerte, la injusticia es un mar caótico que engulle todo lo que se encuentre en su superficie y abarca el universo entero. ¿Y acaso no es evidente que así es el mundo, un mar de caos?
El absurdo dice Camus nace de el enfrentamiento de las esperanzas de los hombres con la irracional realidad. Porque en el fondo el hombre busca en el sometimiento de los objetos su propia abdicación, pero el discurso superficial de sus actos clama por la libertad ilusoria que nunca podrá tener. La vida del hombre es un incesante periplo que lo lleva del ser al ser, y esta transformación implica su cosificación, su vuelta al vació del sentido y de la forma donde su pobre escena forma parte de una increíble totalidad.
Pensar en la injusticia que sufren los demás es una imprudencia porque no podemos saber si la injusticia no volcara su mano en buena fortuna y viceversa, anticiparnos al efecto de la injusticia en velar por un sueño ya pasado. Dice Pessoa en otro poema: “¡Que feliz debe ser quien puede pensar en la infelicidad de los demás! ¡Que estupido si no sabe que la infelicidad de los demás es de ellos¡ Y no se cura desde fuera”
La infelicidad así como la injusticia contienen siempre a su doble y hay una secreta complicidad en el mundo que nos hace intuir que una pequeña agota de felicidad en un lugar y tiempo cualquiera implica también un destello de infelicidad en otro lugar y tiempo complementario. Así como creían los cainitas, tal ves la virtud sea en si una insensatez. Un agravio contra un dios, sombra del dios que nos rige.
En ese mismo poema, Pessoa continua con otra certeza: “Haber injusticia es como haber muerte, yo nunca daría un paso para alterar aquello que llaman injusticia del mundo. Mil pasos que diera serian solo mil pasos”
La injusticia, como si fuera un atributo de Dios, tal como su ira, no es un hecho que podamos enfrentar. Por otra parte la verdad es que el mas grande sufrimiento viene de la no aceptación del discurso de lo negativo. Ya Mandeville hablaba sobre el papel de los vicios de una nación en su crecimiento y en el lobo estepario Herman Hesse menciona que el hecho de que la burguesía aun con su falta de vitalidad, fuerza y dirección logra sobrevivir solo a causa de sus outsiders. Un sistema solo se puede sostener a causa de la organización de su propia energía, pero su crecimiento depende de situaciones caóticas ya sea en su interior o su exterior que lo obliguen a adaptarse y transformarse.
La figuras de alteridad sirven para el propósito de mantener un sistema en movimiento y en momento de cambio estas se ven multiplicadas con el propósito de que destruyan la organización subsistente en el sistema y la sustituyan por una diferente.
No hay que olvidar que el mundo (en la tradición babilónica) fue creado del caos (Tiamat) a través de su derrota a manos de Marduk, su propio hijo. También Dios (en la Biblia) crea al mundo a partir de las sombras, en el relato bíblico más que crear, Dios moldea al mundo a partir del material vacuo.
En la mitología Persa el dios del tiempo crea al mundo en total armonía, pero al sentirse solo desea un hijo que lo acompañe, sin embargo este hijo nace dividido y entonces Ormuz representa al bien y Ahriman al mal.
El mundo creado a partir de la nada, el caos, las sombras es un mundo en donde el mal ha nacido primero que el bien y el domina el espacio infinito, ir contra él es ir contra la naturaleza del universo.
Por eso lo decadente es tan fascinante, desde las modas agresivas, hasta la literatura obscena. Aclaro en cuanto a la literatura obscena, no es literatura menor, al contrario, y es obscena porque presentan al mundo tal como y en el proceso lo magnifican, se me ocurren en este momento las obras de Faulkner, de Fante, de Bukowsky, cuyo orden no es coincidencia. El hablar de las clases marginales es un atributo de la literatura de nuestra época, una época victimista y aséptica, eufemística. Pero se muestra claramente el postulado de Hesse, y nos muestra a la vez que la injusticia y la infelicidad (como su consecuencia) reinan el inframundo que sostiene nuestra estructura social preponderante.
La injusticia crea el mundo, y la justicia es solo su sombra aciaga, su reflejo imperfecto. Una ilusión de la que el hombre pretende vivir, porque eso es todo lo positivo, solo una magia de mago de plazuela que sin embargo se ha fundido con el imaginario social para convertirse en el ideal.
Debemos, si queremos someternos a la unicidad, aceptar la injusticia del mundo tal como Pessoa acepta que una piedra no sea redonda, debemos aceptar que nunca habrá justicia porque eso seria una aberración para la creación, tan perfecta, en ese momento tal vez nuestros demonios puedan hacer comunión con nosotros y entonces, quien sabe, tal vez nos acostumbremos a la parte oculta del mundo.